miércoles, 15 de octubre de 2008

Activos tóxicos en la sanidad madrileña

'La post-modernidad política ha entrado como un vendaval en Madrid desde la llegada de Esperanza Aguirre. En el tornado preelectoral de la pasada legislatura se prometieron siete nuevos hospitales: al sector privado se le encargó la inversión y la explotación de la parte no clínica, salvo en Valdemoro, donde se externalizó totalmente la provisión. En esta legislatura se prometen cuatro hospitales más (todos al estilo Alzira o Valdemoro), obras en todos los grandes (con concesión de la gestión de la parte no clínica) y libre elección generalizada de médico y hospital.

La ideología que inspira este cambio está clara y explícita: se desconfía de la gestión pública de infraestructuras, se intenta evitar la gestión de las funciones no clínicas del hospital y, en la medida de lo posible, se busca desplazar la provisión pública de servicios al entorno privado.'


'El movimiento convulso y turbulento que se ha impreso a la sanidad madrileña no parece dejar espacio ni tiempo para el consenso político, para el diálogo social, para el diseño planificador y regulador, para el debate técnico y profesional o para la simple organización de experimentos que nos permitan ensayar los cambios antes de que su generalización pueda suponer mayores problemas. Mientras tanto, y en medio de esta burbuja neo-liberal, el Servicio Madrileño de Salud se está recalentando con activos cuya toxicidad puede estallar en una crisis de impredecibles consecuencias económicas y sociales.

Además de los evidentes desbarajustes y conflictos producidos por la falta de planificación y el estilo autoritario de gestionar los cambios, las consecuencias económicas están siendo cada vez más evidentes: la aguerrida presidenta, al sucederse a sí misma, tiene que afrontar el pago creciente de sus facturas aplazadas, que amenazan la suficiencia de los presupuestos de gastos corrientes'



'Sin embargo, la más grave es la crisis moral de los recursos humanos de los centros públicos: relegados al olvido y a la no priorización política, usados como mina para extraer -detraer- personal para los nuevos hospitales, tratados como un residuo de un modelo antiguo y decadente de provisión pública, desorientados ante la entronización de la ética de mercado, abandonados a una función directiva devaluada, partidaria y cambiante, y con creciente asfixia económica en necesidades de todo tipo. En estas condiciones, los profesionales van tirando la toalla y se produce la peor de las pérdidas, que es la descapitalización social y moral de su propio personal: la intoxicación del activo humano es sin duda la peor noticia, y la que más ensombrece el pronóstico de la sanidad madrileña.'


Fuente: José Ramón Repullo (profesor y jefe del Departamento de Planificación y Economía de la Salud, de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III) en El País

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