'Nuestros antepasados
He tenido bastante suerte por haber nacido en la era de la informática. Mis más remotos antepasados lo tuvieron mucho más difícil. Para consultar cualquier texto tuvieron que indagar entre papiros en el Antiguo Egipto, códices en la Edad Media y libros con grabados desde la invención de la imprenta en el Renacimiento. Felizmente, en la segunda mitad del siglo XX las bibliotecas se han modernizado con el advenimiento de la era informática, automatizando el acceso a sus fondos y servicios, principalmente sus catálogos de libros y revistas. Años más tarde, con el desarrollo de Internet, no han perdido su oportunidad de dar un “nuevo salto tecnológico”, apareciendo lo que hemos venido en llamar bibliotecas virtuales, electrónicas o digitales.
¿Por qué prefiero consultar una biblioteca virtual antes que bajar a la biblioteca de mi centro?
En primer lugar, porque soy un adicto a los ordenadores. Segundo, porque casi siempre encuentro lo que busco y, además, con cierta rapidez. Y, en tercer lugar, porque la biblioteca de mi institución cierra los fines de semana, justo cuando más tiempo tengo para buscar y actualizar la información que necesito.
¿Qué es una BV?
Estas “nuevas bibliotecas” (nuevas sólo en su apariencia, pues ofrecen prácticamente los mismos servicios que las bibliotecas tradicionales de nuestros padres y abuelos) nos han facilitado a nosotros, los profesionales de la salud, el acceso a la información, poniendo a nuestra disposición de forma remota y a cualquier hora del día un conjunto seleccionado de recursos electrónicos.
Puede decirse que una biblioteca virtual no es más (ni menos) que una biblioteca accesible desde un portal o página Web que nos permite, de forma automatizada, el acceso y consulta de una serie de fondos bibliográficos en formato electrónico (principalmente, libros, revistas y bases de datos) y de una serie de servicios bibliotecarios básicos (catálogos, préstamos, solicitudes de búsquedas, referencia o consulta al bibliotecario, etc.), que ya veníamos utilizando desde años en las bibliotecas tradicionales de toda la vida.
La mayoría de los recursos que, en un primer momento, nos han ofrecido estas bibliotecas electrónicas eran ajenos a ellas, esto es, se trataba de recursos adquiridos por suscripción a editores nacionales e internacionales (Elsevier, Doyma, Oxford, Springer, etc.). Con el tiempo, han ido incorporando recursos propios, mediante técnicas de digitalización de sus fondos (tesis doctorales, fotografías, mapas, carteles, manuscritos…), o elaborando bases de datos o “repositorios” con nuestra propia producción científica.
En lo bueno y en lo malo
Entre las ventajas de estas “bibliotecas del siglo XXI” figuran la rapidez en el acceso a la información, la integración de recursos y servicios en un único portal, y la accesibilidad remota (ya no tenemos necesidad de acudir personalmente a la biblioteca y uno mismo desde su ordenador personal en el domicilio o desde su puesto de trabajo, puede consultar y descargarse cualquier información).
Entre sus inconvenientes, sobre todo la dependencia de una red informática, que en ocasiones se muestra bastante insuficiente para absorber nuestras demandas como usuarios o para soportar la transmisión de documentos (vídeos o imágenes) de gran tamaño; la insuficiente preparación de algunos de nuestros compañeros (sobre todo los más mayores) para manejarse en entornos electrónicos o la inexistencia de redes informáticas en lugares alejados (zonas rurales o deprimidas), que dificulta lógicamente el uso de estas herramientas por parte de otros colegas menos favorecidos geográficamente.
En la “brecha digital”
Como era de suponer, las primeras bibliotecas en alcanzar la “era electrónica” han sido las anglosajonas, comenzando por bibliotecas nacionales como la espléndida Library of Congress
[http://www.loc.gov/index.html], de los Estados Unidos (que he prometido visitar algún día), o la centenaria
British Library [http://www.bl.uk/], del Reino Unido [http://www.bnf.fr/]; seguidas por las bibliotecas universitarias, las públicas y las especializadas. En el caso de España, la Biblioteca Nacional [http://www.bne.es/] y las universitarias han sido también de las primeras en abrazar las bondades de los avances tecnológicos. Poco a poco se han ido incorporando el resto de bibliotecas, entre ellas las públicas y las especializadas. Y, entre éstas últimas, las bibliotecas biomédicas, que han experimentado, para nuestro beneficio, una espectacular transformación en los últimos años.
Bibliotecas virtuales en salud
En el ámbito biomédico internacional, sin ninguna duda el liderazgo lo ostenta la
National Library of Medicine [http://www.nlm.nih.gov/] de los Estados Unidos, con sede en Bethesda (Washington), entre otras cosas por ser la responsable de
Medline [http://www.pubmed.com], la base de datos bibliográfica que más veces, sin duda, habremos consultado en nuestra vidas para conocer la información científica más relevante publicada en ciencias de la salud. Con la misma filosofía que la biblioteca nacional estadounidense, el Centro Latinoamericano y del Caribe de Información en Ciencias de la Salud (antes BIREME) ha desarrollado su proyecto
Biblioteca Virtual en Salud [http://www.bireme.br], desde el que ofrece, para todo el ámbito latinoamericano, una serie de servicios bibliográficos y de información, entre los que destacan la base de datos bibliográfica LILACS o
SciELO [http://www.scielo.org], un portal de acceso a revistas iberoamericanas electrónicas a texto completo. Otras instituciones de carácter nacional, como el
Instituto de Salud Carlos III [http://www.isciii.es], o académico, como la
red de Bibliotecas Universitarias (REBIUN) [http://www.rebiun.org/], con sus facultades de medicina y escuelas de enfermería, ofrecen en red múltiples servicios a sus investigadores, docentes y alumnos.
El ámbito autonómico
Sin embargo, el proceso de avance más espectacular lo han manifestado en los últimos cinco años las Comunidades Autónomas, al ser capaces de organizar en red sus bibliotecas sanitarias
en torno a las bibliotecas de sus respectivas consejerías de salud. Una de las primeras Comunidades en organizar su red, para mi suerte, ha sido la
de Madrid, con la creación, en 2002, de la
Biblioteca Virtual de La Agencia Laín Entralgo '
'
Esta BV, mediante un portal de acceso personalizado, nos ha permitido desde entonces consultar más de 2.000 revistas electrónicas, así como bases de datos y recursos de síntesis, además de poner a nuestra disposición de forma remota los habituales servicios bibliotecarios (por ejemplo, podemos pedir un artículo desde nuestro ordenador, sin tener que bajar a la biblioteca ni hacer cola delante del mostrador de nuestra bibliotecaria). El resto de Comunidades han ido desarrollando proyectos
similares adaptados a las diferentes necesidades de sus profesionales, como han sido Cantabria [http://biblioteca.humv.es/bmpinicio.asp], Andalucía [http://www.bibliotecavirtualsalud.org/esp/index.asp] o Galicia [http://www.sergas.es/MostrarContidos_Portais.aspx?IdPaxina=60600]. Las bibliotecas virtuales en salud de las Comunidades Autónomas han experimentado un salto cualitativo y cuantitativo extraordinario. Pero, sobre todo, están cumpliendo una labor social y profesional de primera magnitud al facilitarnos a los profesionales sanitarios unas herramientas y recursos electrónicos imprescindibles para el desarrollo de nuestro trabajo, cuyo objetivo no es otro que mejorar la salud de nuestros ciudadanos y contribuir al desarrollo de nuestro SNS.'
Fuente y texto completo: Bonifacio Buenaventura vía José Manuel Estrada Lorenzo de la Agencia Lain Entralgo en
Revista Opinión e-RAS 14/11/2008